Nací en 1993. Aquella era la era de la televisión, de las series… Y de
jugar en la calle. Pero no fueron tiempos fáciles, cada vez que quería hacer un
trabajo sobre un tema concreto, no podía googlear y leer durante horas
sobre aquello que versaba el trabajo. Tenía que tirar de enciclopedias, y eso,
si las tenías. Gracias a mi padre tenía muchas, que no servían para mucho más
que eso: mis trabajos del colegio. Ah, y para coger polvo.
Mientras
escribo esto siento que ha pasado un milenio. Tuve la suerte de estudiar en la
Universidad y todo esto había cambiado. Si hubiese tenido que recurrir a libros
y a enciclopedias todo el tiempo para cualquier trabajo, hubiera muerto
enterrada entre ellos. Internet. Desde el móvil, desde el ordenador, desde la Tablet... podíamos buscar cuánto quisiéramos todo el tiempo. Era el futuro. Y qué
engañada estaba…
Ahora,
como docente, me dirijo al instituto, ¿y cómo puedo explicarles a los alumnos
cómo eran los noventa? No me creerían. El PowerPoint ha desaparecido. Obviamente,
los móviles ya no están prohibidos en el aula. Todos tienen uno implantado en
la muñeca. Desde ahí, pueden hacer todo: se cogen apuntes, se toman
fotografías, utilizan la calculadora… Pero ya no es necesario ir cargado al
colegio. ¿Recordáis cuándo teníais que llevar todos esos libros de texto en la
mochila? Están en ese dispositivo de la muñeca.
La
realidad virtual, que a mí me parecía algo salido de otro planeta, ahora está
empezando a quedarse anticuado. Lo probé por primera vez en 2017, pero ahora,
estamos en 2030… Aún no volamos, pero el aula es totalmente diferente a la que
yo conocí. Y que siga cambiando.
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