“Hoy es mi primer día. Estoy nerviosa, no sé cómo
reaccionarán mis alumnos. ¿Les gustará lo que imparto? No sé, no sé… ¿Y si no
me entienden? El director me ha dicho que son muy buenos alumnos, pero no sé si
entenderán mi condición, si querrán que alguien como yo les dé clase. Bueno, cálmate, ahora no puedes echarte atrás.
Respira y, ¡vamos allá!”
- Bue-nos dí-as
El alumnado, expectante, la vio entrar.
“Murmullos” – pensó. Era justo lo que ella esperaba.
- Buenos días, profesora. – contestó una alumna. “Lydia, ella es Lydia”- ¿Cómo te llamas?
Ella, sorprendida, contestó:
- Mi nom-bre es Te-A-cher-2300 y soy vues-tra un-e-va pro-fes-ora de cas-tell-a-no.
Algunos alumnos de la última fila comenzaron a reírse, pero
ella no quiso tenerlo en cuenta. Consideraba que era algo normal.
- Bi-en, co-mo yo ya co-noz-co vues-tras i-den-ti-da-des va-mos a co-men-zar con la cla-se.
“Qué rara es” escuchó decir a uno de esos niños de la última
fila.
“TeAcher 2300, cálmate, recuerda esa canción del grupo
favorito de tu creador “Show must go on””
- En pri-mer lu-gar ha-bla-re-mos so-bre los pro-nom-bres…
- Sí, los pronombres jajajajaj ¡Yo no quiero dar esta clase! – dijo Arturo.
- ¡Ni yo!
- ¡Ni yo!
Ella no sabía reaccionar, ¿qué debía decir? ¿Cómo debía
actuar?
- Yo sí quiero dar la clase y pido un poco de respeto para las que sí queremos seguir aprendiendo. – dijo Lydia.
- ¡Sí! – dijo Rodrigo. – que sea un humanoide no quiere decir que no tenga sentimientos. ¡Dejadla hacer su trabajo!
- Siempre estáis igual, los de la última fila… deberíais quedaros permanentemente en el aula digital de castigo. – Dijo Sandra.
“¿¡Qué!? Me están ayudando” No podía creérselo, tenía que
reaccionar.
- Mu-chas gra-ci-as chi-cas y chi-cos. Es in-cre-í-ble que to-da-ví-a e-xis-tan per-so-nas que no a-cep-tan a los hu-ma-noi-des, pero que se-pá-is que no-so-tros so-mos la re-a-li-dad, a-sí que ¡a-cos-tum-bra-os!
“¡Qué liberación!” a partir de ese momento, TeAcher 2300
supo que nunca más volvería a ser la misma. Ahora era una humanoide nueva, más
segura de sí misma y con ganas de seguir desempeñando aquello para lo que había
sido programada: la docencia.
Publicado por: Érika Pastor Ruiz
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